por María Cristina Di Lernia
Dicen que la culpa es del hombre
del hombre universal
de cada uno y todos incluidos.
Dicen que la tierra
extiende su mano desangrada de talas
y el corazón del río llora lágrimas secas
y vomitan las cumbres su agobio infinito;
y dicen que la culpa es del hombre
que ha lacerado el aire, también,
y que el sol es una lengua incendiaria
y el oleaje se ha enemistado con la roca.
Y la culpa, es del hombre…
He salido a observarlo, no comprendo
qué culpa le cabe al telefonista
olvidado del timbre de su voz,
o a las muchachas hacedoras de abalorios,
o al conductor de rutinas encrespantes,
o a los pasteleros
o a los vendedores de camisas,
o a los hombres grises.
No comprendo…
¿cómo puede ser culpable un equilibrista
de las agonías del planeta,
cómo hace un albañil para contaminar el aire,
qué oculta un atleta para estremecer la tierra,
cómo puede una monja derrumbar el mundo,
qué poder tiene un niño para provocar al viento
y transmutar la brisa en huracanes,
cómo es que mi insensatez
pudo haber horadado latitudes…?
Pero dicen que la culpa es del hombre…
quiero saber su nombre
qué bandera ocultan sus discursos
si su descanso perturba a las naciones
si alguna vez sufrió cosechas en sus vísceras
si asistió al funeral de una gaviota
cuál es la estatura de sus ojos,
cuáles, los espejos de su rostro…
quién oculta su firma.
Y su pulso, quiero saber, sobre todo,
si no le tiembla el pulso
cuando acaricia
la frente de sus hijos.-
(*): Del libro “Apología del viento”, Editorial Vinciguerra, 2015. Cap. V – Poemas por la Tierra.